Tengo estrés crónico subyacente desde hace tiempo. Lo noto en algunas reacciones desmedidas, en el insomnio que me acompaña intermitentemente, en alergias en la piel, en malestares digestivos recurrentes, que suceden sobre todo en situaciones de cierto nerviosismo.
Hago mucho por mi bienestar, conecto mucho con mi cuerpo, con mi respiración, con tener una vida linda, con escucharme, parar, hacer lo que me hace bien. Así y todo, estos síntomas que describí arriba están ahí, al acecho. Hice también mil años de terapia y atiendo a mi lado emocional.
Hace un tiempo vengo atenta a las señales de estrés que repercuten en mi panza, una tensión en mi plexo, en la boca del estómago, algo así. Y vengo escuchando, leyendo, investigando sobre neurociencia, cerebro, pensamientos, cómo influyen nuestras creencias e ideas en nuestro estado anímico pero también cómo repercuten en el cuerpo, cómo pueden modificar la anatomía y la fisiología (algo de esto volqué en el Cuaderno Vibrar y Sanar).
El otro día tuve una revelación: está enquistada en mí una forma de pensar que es muy de mi viejo y que no sabía cuánto me pertenece ahora y cómo necesito YA desinstalarla. Se trata de pensar siempre en el peor escenario posible.
Es un mecanismo que funciona como la sensación de haber dejado la plancha prendida, esa inquietud que nos obliga a volver a verificar que, efectivamente, no lo está y recién ahí poder sentir alivio. Este mecanismo cuando se aplica a tomar riesgos futuros no permite ninguna comprobación, no se puede volver a casa a chequear la plancha porque no se puede ir al futuro a comprar el diario del lunes. Es una forma de pensar que logra resultados ultra-conservadores porque el riesgo –pensando en el peor escenario posible- genera niveles de ansiedad y de angustia intolerables.
El asunto es que yo sin riesgo me aburro, que la zona de confort enseguida me queda chica y necesito ampliarla. Soy una persona con espíritu creativo y la actitud conservadora me quita energía, me deprime. Entonces tomo riesgos. Y el mecanismo de elpeorescenarioposible hace estragos en mi sistema nervioso. Como dije arriba: sistema digestivo, insomnio, alergias en la piel y sobretodo, ansiedark.
Por suerte lo vi, lo vi en mi viejo, lo vengo viendo desde hace años, pero me impactó cuando lo vi en mí, cuando empecé a detectarme imaginando, muy inconscientemente, escenarios posibles terroríficos, trágicos, de pérdida y muerte, de accidentes, de bancarrota y de desamor.
Cuando lo registré, así, tan claro, sentí un alivio tremendo. Estaba haciéndome masajes, agarrotada, y de pronto solté todo y hasta creo que me dormí. Sentí mucha compasión para conmigo, para con esa convivencia de años tan dañina, para con mi niña que absorbió todo sin tener las herramientas para cuestionarlo. Y sentí también pena por mi papá. Él, que a sus 80 años aún no registra con qué monstruo convive, y por qué no pudo cumplir esos sueños que lleva anotados en su lista de pendientes, sabiendo que ya no va a realizarlos porque elpeorescenarioposible acecha.
Quisiera que pueda sacarse ese nubarrón y que pueda empezar a ver oportunidades, que el diario del lunes le diga que sí, que todo va a salir bien, que apueste, que no pasa nada, que elpeorescenarioposible es sólo una sensación, una creencia infundada que no sirve.
Creo que el estrés subyacente va a empezar a irse, porque ya no tiene nada que hacer acá, donde me di cuenta de que el escenario posible es bello, calmo, habilitante y sobretodo, que lo creo yo misma.
Te invito a hacer este ejercicio: cuando te sientas nerviosx, limitadx, creas que no podés, sientas angustia, agitación, ansiedark: registrar qué pensamientos aparecen y de dónde vienen, a quién le pertenecen.
Siento que hay un lindo trabajito en desarmar esas creencias que nos traban o nos hacen sentir mal. Lleva tiempo, pero lo necesario que es!!!
Abro acá para que me compartan sentires.
Abrazote!
Vera